El traje (ya no tan nuevo) de ti haciendo de emperador.
Va de hacerse cargo de tus cosas, sin que tengas que estamparte para ello.
A estas alturas, puede que conozcas el cuento de “El Traje Nuevo del Emperador”.
Está muy manida en esto del coaching (no por mí, que soy de fantasía), y a riesgo de parecer un eructafábulas, te lo resumo:
Emperador narcisista quiere ser admirado, como un político en una inauguración.
Pide trajes cada vez más lujosos y extravagantes, y los sastres que no cumplen se mudan al Campo Santo.
El último costurero que respira en el imperio, con el culo apretao como nudo de globo, dice haber confeccionado uno “que solo podrán ver las personas inteligentes”, a ver si de esta se libra.
Se estrena en un desfile, pero nadie se atreve a decir que el soberano va con las vergüenzas al aire, y parecer tonto (emperador incluido).
Un niño, que carece de ese miedo (ni el de pillar adosado junto a los modistos), devuelve a la realidad al pueblo que se descojona.
¿Qué moraleja sacarías?
La más común es que se prefiere negar un hecho a parecer poco inteligente.
Tan real como la vida misma.
De no cuestionarte tus creencias, lo mismo vistes de intenso trasparente y llamas tontos a quienes no te admiran el trapito.
Una creencia es algo que crees que es cierto.
Y deshechas o adoptas lo que ves fuera, en función de si desmiente o valida lo que ya piensas al respecto.
Es el llamado sesgo de confirmación.
Algunas de estas creencias, empiezan a molestar más que estar en la corriente del aire a primeros de febrero.
Ya no sabes ni como colocarte, ni qué hacer para que se te dejen de helar los huesos.
Y a la vez, si llevas un tiempo sosteniendo la creencia, se genera un coste hundido (una penica grande por soltar todo lo invertido).
Esta falacia del esfuerzo irrecuperable, puede hacer que no sueltes tu falso traje ni en invierno.
Aquí vienen 2 reflexiones:
— ¿Estás en el momento de poder cambiar de traje?
Pasa qué, te puedes hacer bichobola abrazando tu creencia.
Adorándola como los Reyes Magos al Niño Jesús.
Pensar…
¿quién soy yo sin esto que me digo? y
¿de dónde sacaré el beneficio que me trae, pese a que me duela?,
…da más frescor que ir con el culo al aire.
Y cuesta más soltarla que una relación en la que recibes atención (incluso si es de las que resta).
Ir a cambiar esto, sin acompañamiento, se vive de pena.
— ¿Tienes a un “niño” que te diga que tu creencia te da fresculis?
Que puede ser tu propia reflexión interna.
En ocasiones, contaminada de muerte por la narrativa que te cuentas y que te impide soltar el juicio.
O puede ser con un aliado:
Que no tenga miedo a decirte las cosas que observa, y que encuentre la forma de que te cuestiones seguir con la creencia (que hace que te empapes cuando llueve).
Te sugiero buscar una persona bien formada en ello y que sepa acompañar.
Un abrazo,
Manu
PD 1: Si lo del traje invisible te parece muy loco, te cuento:
Salvatore Garau vendió por 15.000 eurazos, allá por mayo del 21, ,una escultura invisible titulada “Io sono” (“Yo soy”).
Invisible de invisible, vamos, de no existir… y a 15 mil pavos.
Que siiiii que era de no tocar… y siiiii a 15.000 euricos.
No con eso va y dice: “Es una obra inmaterial, que solo existe en la mente del creador, representa un vacío lleno de energía”.
Tócate los … Salvatore!!!
Te pongo una estatua (de las que se ven), y en la Plaza Mayor, Crack!!!
El comprador, con su Certificado de Garantía de la mano (esto si se veía), la expuso “en un espacio libre de obstrucciones de 150x150 cm”, tal y como rezaba en las instrucciones.
Otro crack!!!
Te enmarco la foto a continuación:
FOTOGRAFÍA DE LA OBRA “IO SONO” DE SALVATORE GRAU
PD 2: ¿Te interesa que te acompañe con esas creencias que son como manta de sofá? (No cubren por completo tus necesidades y alguna parte te las dejan frías).
Me escribes y agendamos una cálida llamada de compatibilidad.
Que puedas ver los cambios en ti y en tu entorno.
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