Desmontando el síndrome del impostor (o deconstruyendo si te mola MasterChef)

 
 

Arranco con una definición en el plato, para empezar a romperla:

El fenómeno psicológico del síndrome del impostor es una sensación persistente, donde personas “normales”, dudan de sus logros y sienten que no son merecedores de ellos, creyendo que son un fraude o que su éxito se debe a la suerte o a factores externos.

Quienes lo padecen suelen temer ser descubiertas como "farsantes" a pesar de sus éxitos, conocimientos o experiencia. 

Por analizar ingredientes:

  • Es un miedo (no ser capaz de valerte con tus recursos propios y quedarte con el cuIIo al aire).

  • Es social, recuerda que el personaje de Tom Hanks en Náufrago no le daba bola 🏐

  • Miedo + social… pues vergüenza y/o culpa… chachi!!!

  • Está relacionado con tu valor personal.

  • También con tu merecimiento sobre el prestigio, la capacidad de acción, los conocimientos que te atribuyen.

  • Pone en juego lo ya conseguido, por lo que puede anticipar tristeza y/o rabia (casi siempre en tu contra).

  • Genera comedura de coco… ya sabes, la fruta más consumida.

  • Desata más la imaginación, sobre como has llegado hasta allí, que las 8 pelis de Harry Potter.

  • Lleva a la parálisis o a la sobreactuación.

  • Y algunas cosas más, pero esto hay que terminarlo…

Pues mira, si tienes que hacer algo, y ese algo lo va a ver alguien… ¿no es normal que quieras hacerlo “bien“?

¿No te han enseñado a valorarte, evaluándote a ti y a otros?

Y puede que sepas, que a tu peque interior le molaba las caricias emocionales por lo que hacías, ¿no?

Llegas a la edad adulta, y claro, te retrotraes (con la necesidad de la palmadita en el hombro o hacerte caquita si crees que te van a retirar algo por lo que te aprecian).

Pues si juntamos que es humano que quieras salir pivón en las fotos de tu desempeño, con que te importe un mínimo lo que piensen de lo que haces…

  • Si tienes un pinchacito de impostura, como que es normal.

  • Si te dura un poco más, pues tampoco te rasgues las vestiduras.

  • Si lo llevas como un político la corrupción, ahora te digo algunas cosillas para hacer.

  • Y de no tener na´de ná, pues fluctúas entre:

    • La anestesia emocional, rozando la psicopatía y

    • la incompetencia temeraria suda-genitode.

Vamos, que si no tienes inseguridades:

  • o no te importa lo que los demás perciban o sientan (cualquiera del Congreso),

  • o te crees que el Rey de los Cuñaos y no cecesitas mejorar (de este tipo también hay allí).

¿Y si reformulamos el síndrome del impostor?

¿Y si, en realidad, es tu ego diciendo “No te fies Manu y aplícate“ (en mi caso, claro)?

Ojo a los del “ego transcendido sobre pétalos de flores de Bach” que son de los casos de antes (chalaos, vendehumos y/o negados).

Tu ego te quiere proteger y siempre te lanza mensajes con una cara positiva.

Si quieres hacer un trabajo que te represente, pones de tu parte y una bocecilla te dirá si es suficiente.

Sin que con ello tengas que arrastrarte por los suelos del esfuerzo, que desde el gustirrinín también se vale.

Cuando no te aferras al miedo que produce la sensación, deja de nombrarlo como síndrome del impostor, y lo llamas “pues así es la vida“.

— Manu, ¿y cuándo desaparece?

Pues si te pides más en la vida, no debería irse nunca.

Eso significaría que estás viviendo.

Que dónde llegaste ayer, no es dónde quieres estar hoy, ni mañana.

Que te importa avanzar, en el camino de ser un poco mejor cada día (pese a que no todos los días presentes tu mejor cara).

Que disfrutas de la recompensa de lo que vas obteniendo, sin evitar cometer errores.

¿O es que piensas que la vida de otros es perfecta?

Tendemos a pensar que las personas que proyectan éxito realmente lo tienen.

Sin darnos cuenta de que los demás muestran una versión "editada" (solo sus "greatest hits"), escondiendo fracasos y humillaciones.

De normal, un entorno en el que la gente se pide menos, es más “confortable”.

Pero el crecimiento sale corriendo, como tu dinero a lomos de los impuestos.

La vulnerabilidad te hace fuerte, y hablar desde ti, con confianza, incluso si cometes errores, proyecta liderazgo y es atractivo.

Lo prometido.

Vamos con cositas para relativizar el síndrome del impostor:

1.- Reconocimiento: Identificar y aceptar las propias emociones relacionadas con el síndrome.

Lo que no se ve, es difícil de cambiar.

2.- Compartir experiencias: Hablar con amigos o colegas acerca de estas inseguridades puede ser liberador.

Pero no para bajonearse, en modo compartir algo que nos pasa a todos.

3.- Para la cabeza loca: Vuelve al presente (no necesariamente tirándote al suelo a meditar), relativiza, divide los objetivos en pequeños pasos, practica el agradecimiento y celebra los logros, por chiquitos que sean.

4.- Mueve tu cucu: desde detectar lo que te para, conocerte (en tus puntos fuertes y de desarrollo) y pasar a la acción (el pensamiento se ve doblegado a los resultados).

5.- Permite que te acompañen: de no funcionarte lo anterior a solas, puedo cocinarlo junto a ti, para ello:

te suscribes en el cajetín al final del artículo (por política de privacidad y hacer filtro).

me contestas a cualquiera de los emails que te mande y vemos si somos compatibles.  

Un abrazo,

Manu


PD 1: Dedicado a los del Congreso, los pasaos de vueltas no necesitan acompañamiento (más bien rejas y deconstrucción).

PD 2: Ojo-cuidao, con fluctuar entre la hiper-acción y el freno de mano, o derrapar en creerte el ombligo del mundo.

PD 3: Más sobre síndromes, sesgos, efectos… en este enlace.

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Manu Galán

Coach, facilitador y formador en desarrollo personal. Servicios para particulares y empresas.

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